jueves, 1 de marzo de 2012

ODA A LAS SOPITAS CON HUEVO. ODA A LAS SOPITAS CON NATA. ODA A LAS SOPITAS CON TOMATE


ODA A LAS SOPITAS CON HUEVO


A mi hermano Juanje
A mi primo Jaime
Y a mi prima Mami


No hay placer más compartido por un perro y un sinaloense, que el gusto por las deliciosas: ¡Sopitas con huevo! El perro las lame y las engulle; el sinaloense las mastica con sabrosura. Para comerlas, una buena lengua. O un duro tenedor. Mi madre corta los pedacitos de las tortillas con sus manos; pero las clases sociales altas y perfectas de hoy, los cortan con cuchillos. Da igual, porque ricos y pobres sinaloenses, comemos: ¡Sopitas con huevo!

Ya van los cuadros o pedacitos a freírse en el aceite. ¡Mmm, qué rico huele! ¡Mmm, ya están medio fritas las tortillitas! Mi madre ya ha batido el huevo y le ha echado sal. ¡Ah, ya se lo vierte! Al cabo de unos minutos, están listas, guisadas y freídas, las ricas y tiernas: ¡Sopitas con huevo!



ODA A LAS SOPITAS CON NATA


Para la Chío mi hermana


“¡Lechee!”, gritaba el lechero cuando llegaba en su vieja carreta de madera, tirada por dos mulitas. Mi mamá salía con un botecito a comprarle dos litros de leche. “¡Ya llegó la leche!”, exclamábamos también nosotros, entusiasmados y listos para emprender la guerra por la nata de la leche. - Con “nosotros”, me refiero a mis hermanos y a mí. Después de que hervía la leche, mi mamá dejaba que se enfriara dentro del bote, y sobre la repisa de la cocina. No pasaban una hora, cuando se acercaba alguno de nosotros. Sin embargo: “Los últimos siempre serán los primeros”, reza el dicho; pues yo, la socoyotita de la casa, siempre era pronta y primera para apoderarme de las natas. Mi mamá luego me preparaba unas sopitas para el desayuno. Primero partía las tortillas en pedacitos; casi al mismo tiempo que ponía a calentar una cazuela en una de las hornillas de nuestra estufa. Posteriormente echaba los pedacitos de tortillas en la cazuela. Tres minutos más, y vertía la nata de la leche. Al instante, la sazonadora sal. “Una poquita de sal”, decía mi madre. Luego, a revolverlo todo; y en unos segundos: ¡Listo!

“¡Mmm, qué cremositas están las sopitas con nata, mamá!" “¡Mmm, qué rica sabe la combinación de la sal, la tortilla y la nata, mámá!” ¡Mmm, mamita, esta vaquita sí que se comió una buena alfalfa!”
´

ODA A LAS SOPITAS CON TOMATE


A Mare
A Juanito
A Olga María
Y a Betty Gámez


Sobre la mesa larga nos han servido los platos repletos de sopitas con cebolla, chile y tomate. A un lado, tazas con café Marino. El jugo de los pedacitos de tomate ha bañado los fragmentos de tortillas que se calentaban en el aceite de la cazuela; ahí, sobre el fuego de la hornilla de nuestra estufa.

Acá en el rancho todos comemos pobremente. Al final, nuestras madres vierten al guisado: “Un poquito de sal” También hay que revolver sin hacer un batidillo.

Después de un rato, todos los comensales sentimos que en el gusto del paladar, la balanza de la justicia de Dios se ha inclinado hacia nosotros, los de la clase desposeída.

A eso se debe que muchas veces los dueños del capital, oculten sus quesos gourmet, o sus vinos importados, dentro de los refrigeradores y dentro de las alacenas; y entonces se preparen: ¡Sopitas con tomate!; imitando con ello a la clase desposeída.

Porque Dios bañó al pobre, con ríos invaluables de capital de buen gusto; irradiando su resplandor de gourmet, en nuestra inmejorable actividad de mojar las tortillas en los jugos de un tomate.


CLAUDIA ISABEL QUIÑÓNEZ
Culiacán, Sinaloa
Año 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes hacer un comentario