viernes, 16 de marzo de 2012

UN TEXTO AHORA CORREGIDO (MARZO 2012)

CALAMARA

Del abismo del cosmos el astro dejó caer a la Tierra un enorme calamar oriundo de Calamara; de aquella galaxia donde las vacas excretan un oro verde. El monstruo había sido arrastrado por un gigantesco cuerpo celeste constituido por rocas y bloques de hielo. Como una luz blanca había sido visto el meteoro que pasó cercano a nuestro planeta. Las cámaras de televisión de las grandes cadenas de noticias del mundo habían mostrado a sus anchas el traslado del cometa. Pero jamás se supo que en el vientre de las rocas venían los restos de un monstruo de un océano de una galaxia lejana.


Los callos de hacha de la costa filtraron el plancton extraterrestre en que se convirtió el monstruo llegado de Calamara. Este había caído en una bahía del Océano Pacífico. Precisamente en el puerto de Teacapán en el Estado de Sinaloa. El cuerpo del animal se estrelló contra el fondo del mar, y se tornó en un enorme pasto de comida para los moluscos. Rozagantes y exuberantes bivalvos circulan ahora por el mencionado espacio marino. Una nata de otro mundo, nutritiva para las almejas, ha dado origen a un fenomenal banco de callos. Con más de 50 kilómetros de longitud, el banco ya ha sido descubierto y ocupado por los pescadores. Los callos suelen tener un alto valor en el mercado. Pesados camiones cargados de callos parten ahora a Culiacán, la capital del Estado, para llevarlos a su venta.

Los hábiles pies del pescador se sumergen, o flotan en el agua. La técnica de recolección de callos es rudimentaria y peligrosa: se siega la cosecha de moluscos con las manos y con bolsas; dentro de aguas bastante profundas. Aquí los lugareños son humildes y carecen de equipos especializados; sin embargo, hay callos para todos. La comunidad de pescadores de Teacapán está muy alegre. Pero ante el crecimiento de la oferta del molusco pronto se deprecia el valor del callo. Aún así hay algarabía entre los habitantes de la comarca. En la ciudad de Culiacán los residentes pobres se preparan para disfrutar un enorme banquete: Hoy el callo cuesta ocho veces menos. En las carretas de vendimia y en los comedores de las casas durante un día entero se consume el marisco. El negocio de venta de bebidas alcohólicas también hace su agosto; el platillo de callos se acompaña con botellas de cerveza Pacífico. En las mesas de la ciudad a nadie le falta la comida. Todas los culichis cantan, bailan y devoran. La música de los estéreos con discos de la tambora retumba en las casas citadinas; el marisco es degustado con alegría.

Para la tarde noche la mayoría de los habitantes de Culiacán están vomitando; han comido demasiado. Empiezan a caer como moscas gordas y torpes en las camas y en los pisos de sus hogares. Sólo que también les brota sangre de las fosas nasales: Los callos que se habían comido estaban infectados de un virus extraterrestre. El virus se había transmitido solamente a las almejas de la zona sur del banco de callos. Precisamente a los bivalvos que habían sido enviados a Culiacán la madrugada del 30 de mayo. Las calles de la ciudad ahora están llenas de ambulancias; los hospitales atiborrados de personas enfermas. Hacia la medianoche no hay casi ningún ser humano vivo en la capital del Estado.

La aciaga noticia corre por el orbe. Los rotativos más importantes del mundo dan cuenta del suceso. En una página del Le Monde, escribe un reportero:

“En la costa del Océano Pacífico mexicano, en el puerto de Teacapán, Sinaloa, se descubrió un enorme banco de callos. Ante el crecimiento de la oferta decayó el valor del molusco. Viendo la oportunidad de consumo barato los habitantes de Culiacán atiborraron los mercados para comprar el marisco. Un día entero devoraron grandes cantidades de callo. El banquete fue estruendoso; con música y hasta hartarse. Pero para la medianoche del 30 de mayo casi todos los lugareños habían muerto por la ingesta del molusco; se sospecha que estaba infectado…”

Pero la cabeza de nota, la más espectacular de todos los periódicos que informaron sobre el acontecimiento, fue la siguiente:

“EN LA CIUDAD DE CULIACÁN, A TODOS LES DIERON CALLO”



Claudia Isabel Quiñónez
16 de Marzo del 2012
Culiacán, Sinaloa

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