jueves, 10 de septiembre de 2009

MÁS FOTOS Y ABAJO UN RELATO NUEVO

La Rocío Selene La Marey y yo en el Nuevepoético de Agosto La Marey

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La Alex
La Fabiola

La Yuni, la Claudia y yo
La Yuni
El Andrés, la Yuni, la Claudia y yo
La Irasema, la Yuni y el Jechu UN RELATO NUEVO
PABLO

Estaba muerto
Yacía tirado en medio de la calle
Había caído en las tinieblas
Su sangre se esparcía por el pavimento

Aquella mañana, Pablo se levantó temprano
Tomó sus cosas y salió de la casa
Veloz y ágil bajó la calle, caminó por el suelo disparejo del cerro
Los perros andrajosos de la colonia lo acompañaron a bajar la calle
De inmediato tomó el camión, viajó durante 20 minutos hacia el Centro
En la calle Rubí, en la puerta de la LEY, descendió del camión Huizaches
Caminó después unas calles, hasta que llegó al Mercadito Buelna
Un calor húmedo bañaba la ciudad
Pronto tenebrosas nubes taparían el sol en las alturas
Un aguacero ardiente caería seco sobre Culiacán

Pablo se acercó al aparador de la tienda
Varios pares de botas de piel de serpiente descansaban en las repisas
Fue entonces cuando el día se enrolló en su cuello y lo estranguló ácido y distante
Pablo quería unas botas de piel de serpiente, pero no le alcanzaba con lo que llevaba
Aun así, pidió unas botas a la encargada de la tienda de zapatos
“¿Me muestra unas botas número nueve?”
Una nube negra se deslizó en medio del cielo
Se colocó al frente de un pueblo de agua
La nube del destino abismó los deseos y la voluntad del muchacho
Pablo no tenía para comprar unas botas de piel de serpiente
¡Pero Pablo necesitaba poseer unas botas de piel de serpiente!

Entonces los sentimientos callaron los juicios
Un son de miedo sobrecogió a Pablo
”¡Me puedo hacer de estas botas, me puedo hacer de estas botas!”
La patrulla de policía, que daba el rondín de las ocho, se estacionó a un costado del Mercadito Buelna
Un policía descendió del carro y se recargó en la pared de uno de los locales
Pablo se midió las botas, le quedaban perfectamente
Ya para ese momento, la piel de serpiente le cegaba el alma
Pablo midió con los ojos los pasos que daría para salir rápido de la tienda
Su voluntad estaba carcomida
El deseo cobijaba un hambre de cosas que tendría que saciarse

Pablo midió los pasos
El policía, como buen sabueso de caza, olió la sangre de la nube
Miró a los lados, algo le dijo que el ambiente de lluvia traería un suceso extraño
Pablo salió corriendo
Una mujer atrás lo seguía, era la dependienta de la tienda de zapatos
La mujer gritaba: “¡Deténgalo, es un ladrón!, ¡deténganlo!”
Pero Pablo seguía corriendo
El policía olió de nuevo la sangre de la nube, miró a los lados, y de pronto se percató de los gritos de la encargada de la tienda de zapatos
Sacó su arma, creo que gritó: ¡Detente!
Pero Pablo seguía corriendo
Una nube negra, un charco de tinieblas: ¡Taz, taz, taz!
Una de las balas le destrozó los pulmones, y la sangre sin alma se deslizó, mientras Pablo caía muerto en medio de la calle

Texto de Claudia Isabel
Agosto del 2009

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