LAS NALGAS
A mi prima Marticha
Es cosa muy sabida desde la época de nuestras abuelas que los hombres hacen todo por un par de nalgas. Me es difícil pensar que las mujeres no hacemos lo mismo, a pesar de no llamar a los varones par de nalgas. Lo que me llama la atención es el dicho ese distintivo y enfatizador de nosotras como par de nalgas. Pues no he conocido hasta ahora algún hombre (o mujer) o fenómeno de la especie que tenga una sola nalga.
Independientemente de si existen o no ‘nalgoclopes’ en el mundo, las nalgas son lindas, bellas y graciosas. Varían en figura y en modo de presentación. Son grandes, nalgonas, paradas, celulíticas y cuasi nalgas. Son limpias, sucias y también enfermas.
Las nalgas distinguen a los pueblos. Los puertorriqueños son de nalga grande, mas la cuasi nalga identifica a los defeños de nuestro país.
Las nalgas de aquellos son motivo de risa, lujuria o atracción; las de estos algunas veces nos parecen feas por planas, pero también chistosas y simpáticas; como asemejándose a nalgas charras.
Las nalgas, a su vez, nos singularizan y nos dan carácter, pues si son paradas somos orgullosos, coquetos e irreverentes. Si celulíticas o grasosas, las ocultamos por desagradables, pues son nalgas acomplejadas.
Las nalgas llevadas con higiene son cómodas, y, sobretodo, porque ellas son como nuestro rostro, hay que traerlas siempre presentables. Las sucias son incómodas y reprobables.
Las nalgas enfermas, como las de los irritados del colon, son compungidas, asquerosas y motivo de muchas bromas. Las nalgas en general modulan el acento y tono de nuestros gases.
Las nalgas son el sostén ideal del cuerpo cuando estamos sentados, y son recurso sin estilo pero sabio cuando caemos; todos preferimos “caer de nalgas” a golpearnos, por ejemplo, la cabeza.
A las nalgas se les llama según la clase social: “las nachas” por los del pueblo y “los glúteos” por los de la elite.
Las nachas, nombre popular de las nalgas, nos trae al imaginario nuestra doble ascendencia; la Nacha española y la Nacha indígena. Si recordamos a nuestras madres y abuelas mexicanas no hace mucho eran llamadas Nachas, Cirilas, Anselmas. Hoy por la globalización, la falta de identidad y el complejo de inferioridad, las mujeres mexicanas nos llamamos Lizbeth, Samantha, Berenice.
Asimismo, podemos decir que las nalgas de los beisbolistas son muy sexies, masculinas y atractivas (aunque en muchos casos no sean sino colchoncitos, dizque para aminorar los golpes de las caídas); que Horacio trae una en el espacio, y que el acto que debería ser el más hermoso para el humano, suele ser reprendido injuriosamente con “ya dio las nalgas”
Las nalgas cobijan la salida del túnel de nuestro excremento, y dan pie, incluso, para el humor en la literatura. Un ejemplo en el Medievo de ello, es El Corbacho. Al contarnos Talavera las peripecias que tienen los coléricos al amar o ser amados, da múltiples ejemplos satíricos de los enredos en que se meten éstos cuando están arrebatados de pasión por una insensata mujer, que se rasca… Escribe ahí Talavera*:
Cuando le vee tomar armas e salir de casa, coza ella a dar gritos e vozes, diziendo cuytada, mezquina, corneja triste, desventurada, venid acá, non vades allá; e ella non vee la hora de oyr dar a la otra gritos e vozes de cómo da en ella o él cuchilladas, palos e coces. Empero de la otra parte sale luego su marido o su pariente de la otra mujer, e fe el roydo en la mano, o él mata o le matan, el él fiere o le fieren, que todo es dapno, así dar como rescebir. E cuando entra ferido por casa o ha ferido, ráscase la bendita de la promovedora dello las nalgas…”*
Y dentro de la literatura latinoamericana contemporánea, en el cuento La Carne de Virgilio Piñera, nos es narrado que ante la falta de carne que sufrió Cuba, el pueblo se volvió vegetariano… “Sólo que el señor Ansaldo no siguió la orden general. Con gran tranquilidad se puso a afilar un enorme cuchillo de cocina, y, acto seguido, bajándose los pantalones hasta la rodilla, cortó de su nalga izquierda un hermoso filete”*
Mas las nalgas para nosotros son lo más respetable, por eso nos enojamos cuando nos ofenden con tus nalgas. ¡Ay, nalgas, nalgas, nalgas!, sostén acolchonado de descanso, Atlante y pies del cuerpo en la comodidad.
*En cuanto Autor ficcionalizado, por supuesto.
* Arcipreste de Talavera. El Corbacho, Ed. Porrúa, México, 1993, pag. 94
* Virgilio Piñera, La Carne , en Antología de cuentos hispanoamericanos, CONAFE, México, 1999, pag. 60.
Claudia Isabel Quiñónez
Año 2001
Culiacán, Sinaloa