Yo soñando con flores.
Y mi abuela amaneció en su lecho toda muerta.
Y me he quedado huérfana
de espíritu
con una tristeza que es
más grande que esta
vida sin ella.
Cerró sus ojos
para vencer su dolor de añor
y nos dejó solos a todos,
en una tierra
que terminó de morir con ella.
Mi nana se ha ido
y yo me quedé aquí
con el eco de su última bendición
que fue más fuerte que
todas mis victorias.
Está toda muerta,
dormida, sin una queja.
Y aquí todos lloran:
sus diez hijos,
sus decenas de nietos
y bisnietos.
Los dichosos tataranietos
ni sabrán enterarse.
Aún la tibieza no abandona
su cuerpo diminuto y frágil.
Y yo quiero ser dueña de los aires
para poder alcanzarla así,
para arrullar su sueño perpetuo
y rozar su cabello largo e inerte.
En Monteverde
ya perdieron el brillo las flores
porque hoy
amaneció muerta doña Manuela.
Selene Ortega
Los Cabos
2 de junio de 2011
10:00 am
Y mi abuela amaneció en su lecho toda muerta.
Y me he quedado huérfana
de espíritu
con una tristeza que es
más grande que esta
vida sin ella.
Cerró sus ojos
para vencer su dolor de añor
y nos dejó solos a todos,
en una tierra
que terminó de morir con ella.
Mi nana se ha ido
y yo me quedé aquí
con el eco de su última bendición
que fue más fuerte que
todas mis victorias.
Está toda muerta,
dormida, sin una queja.
Y aquí todos lloran:
sus diez hijos,
sus decenas de nietos
y bisnietos.
Los dichosos tataranietos
ni sabrán enterarse.
Aún la tibieza no abandona
su cuerpo diminuto y frágil.
Y yo quiero ser dueña de los aires
para poder alcanzarla así,
para arrullar su sueño perpetuo
y rozar su cabello largo e inerte.
En Monteverde
ya perdieron el brillo las flores
porque hoy
amaneció muerta doña Manuela.
Selene Ortega
Los Cabos
2 de junio de 2011
10:00 am
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