sábado, 31 de octubre de 2020
sábado, 24 de octubre de 2020
lunes, 19 de octubre de 2020
Poema de octubre del 2020
EL GLOBO
Intriga
Sopla el
viento
Junto al que
viajo en este globo
Soy un enano
de las fórmulas geométricas
Barrunto luz,
adversidad
Traigo
conmigo, sin embargo
el barómetro
el
termómetro y el telescopio
Y todos los
instrumentos de la astronomía
Han venido
conmigo
un gato
y dos
palomas blancas
Mi familia
me busca
Pero yo
viajo con intención sin igual
a la luna
Mi globo es
de colores
Como los
colores de los cuerpos de las mariposas
De turquesa
el tejido
El color
también de jade
Sopla el
viento
Y yo muevo
el timón de este cometa
Aunque me
aleje
escucho palpitar al volcán
Al corazón
de las mujeres
En mi
primera aventura
al salir de
la atmósfera
me convertí
en un enano
Desde
entonces
mi globo ha
descendido
destruido varias veces
Pero yo no
ceso de continuar la hazaña
Porque la
luna me espera
Claudia
Isabel Quiñónez
16 de
Octubre del 2020
Culiacán,
Sinaloa
sábado, 3 de octubre de 2020
OTRO CUENTO DE ESPANTOS
EL ÁRBOL
SINIESTRO
Esta es la historia del árbol siniestro. La historia de los que fuimos víctimas de las extrañas y terribles circunstancias; yo era
una niña cuando sucedieron las espantosas tragedias en torno a mi círculo
familiar, y a este árbol; árbol al que bien podríamos nombrar como malévolo e
infernal.
Era el año 2010, vivíamos nosotros en Coyoacán, una conocida
delegación de la ciudad de México; mis padres se habían divorciado hacía pocos
meses; y mi mamá y yo nos quedamos a
vivir en nuestra antigua casa de Prados de Churubusco; mi papá se fue a vivir con la familia de su
nueva compañera; algunas veces yo me iba a casa de mi padre, pero la mayoría
del tiempo me la pasaba en casa con Selene, la empleada doméstica de mi mamá;
Selene era de un pueblo del Estado de Chiapas, y tenía una mirada mágica y
mística del mundo; mi mamá decía que eran supercherías; pero Selene en realidad
se daba cuenta de cosas profundas y
vitales, a diferencia de las demás personas; yo era una niña solitaria; me
gustaba leer y no tenía amigos que tuvieran los mismos gustos que yo; me encantaba escuchar lo que contaba Selene de
su pueblo, y establecí con ella una liga
honda y espiritual. En la casa había, pues, un gran árbol de aguacates en el
patio, y coincidió que cuando se divorciaron mis padres, el árbol empezó a dar
frutas huecas y vacías; eso le llamó la
atención a Selene; y ella dijo que era “una
extraña y rara coincidencia”; Selene solía prepararnos ensaladas con los aguacates
de ese árbol; pero desde antes de que ocurriera el primer horrible suceso, ella
decía que sentía un presencia maléfica en el árbol; y es que el árbol no era un
árbol normal; era abundante en hojas y ramas; y cuando lo mirabas desde abajo,
parecía que te iba a devorar; era tétrico; así, pues, eran las cosas en mi
casa, y yo en realidad me sentí feliz de que se separaran mis padres, pues ellos
se gritaban mucho y se aventaban objetos. Uno de los días que yo me quedé en
casa, dejaron conmigo a Paco, hijo de una amiga de mi mamá; Paco era un niño
abusivo y engreído, al que sólo le gustaba molestar; esa vez estábamos en el
patio, él y yo junto al árbol, y me dio un latigazo con su resortera; me sentí
tan furiosa y tan enfadada con Paco, que
grité: “¡Ay, cómo me gustaría que desaparecieras!”; ¡ojalá no hubiera dicho eso!, pues en ese momento
sucedió que cayó del árbol una rama gruesa que se desgajó del árbol de
aguacates, y le golpeó la cabeza a Paco; Paco quedó tirado en el suelo: “¡Selene,
Selene!”, exclamé llamando a nuestra trabajadora para pedirle socorro;
Selene vino, y sin esperar a lo que dijeran los brigadistas de la Cruz Roja, afirmó:
“Creo que está muerto”; y sí, la rama, el palo, le había dado un golpe muy
fuerte en la cabeza a Paco; el funeral de Paco fue muy triste, y yo me sentí
culpable de su muerte; pero no le conté a nadie
lo que yo había dicho momentos antes del misterioso accidente; tenía
mucha vergüenza; pero la vida siguió; los
peritos revisaron el árbol y sugirieron que lo cortáramos; tiempo después
creció en el mismo espacio una enredadera, una bugambilia morada; era muy hermosa,
a mí me gustaba mucho; ejercía sobre mí una enorme atracción; entonces se me
olvidó lo de Paco, y nadie se percató que debajo de la enredadera, creció oculto
de nuevo el árbol infernal; un día trajeron a Rolando -mi hermanastro por parte
de mi papá-, a jugar conmigo en la casa;
Rolando era un niño muy inocente y gentil; yo me sentía muy bien con él; a él también le gustaba leer y jugábamos juegos fantásticos y fantasiosos; pero
entonces ocurrió otro hecho siniestro con él árbol; mientras jugábamos, de
pronto la enredadera de bugambilia atrapó con sus ramas a Rolando y se lo
tragó: yo me asusté mucho, y al darme cuenta de que perdía a Rolando, grité: “¡No,
no, maldito árbol! ¡Maldito árbol!”; cuando llegó al patio Selene, yo estaba
como loca; y cuando vinieron los demás, creyeron que alucinaba lo que contaba
que le había hecho el árbol a Rolando; pero Rolando realmente había
desaparecido; lo buscaron por las calles
de la colonia, y en todo la ciudad;
después creyeron que alguien se lo había robado; pusieron desplegados en la
prensa a nivel nacional para buscarlo, y a mí nadie me creyó lo que contaba, y enfermé y me hospitalizaron; Rolando nunca
apareció, y los médicos recomendaron, para mi fortuna, que no me llevaran más a
mi casa; dijeron que le temía a ese
árbol por lo que había pasado con Paco; mi mamá rentó otra casa, y al tiempo se
casó de nuevo, y vendió la casa del árbol de aguacates; yo quedé desde entonces delicada y frágil,
sin que nunca nadie me creyera lo que realmente había pasado con Rolando y el
árbol siniestro de la antigua casa, de nuestro antiguo hogar; excepto Selene.
Claudia Isabel Quiñónez
3 de octubre del 2020
Culiacán, Sinaloa