sábado, 19 de septiembre de 2020

Cuento de la revista LA TARÁNTULA

 




HISTORIA FANTÁSTICA Y DE ESPANTOS:

“STEPHEN HAWKING”


Carmen se tragó el agua del río y se hundió en él desesperada asfixiándose; cuando su esposo tocó la ribera y volteó para buscarla, se llenó de espanto; Carmen ya no estaba por ninguna parte:”¡Carmen, Carmen! ¡¿Dónde estás?!”  gritó, pero ella ya no podía contestarle; Esteban, el esposo de Carmen, se metió de nuevo dentro de la corriente  del Bravo para ver si la encontraba, pero un remolino lúgubre había atrapado el alma de Carmen; como si le hubieran pasado una película de su vida, Carmen recorrió en un instante los momentos cruciales de su historia  con su familia;  vio las imágenes  de sus padres y de sus hermanos, y murió; pero de pronto, hundida en el río,  tuvo sensaciones; sintió que alguien la jalaba del brazo; era  su antiguo patrón de cuando trabajaba  limpiando casas en los Estados Unidos; el connotado científico Stephen Hawking; Carmen sabía que él ya había muerto; un mes antes apareció en la prensa que él había fallecido; parecía que desde el más allá la salvaba; pero no, lo que pasaba realmente, era que él la llevaba a  un universo desconocido de múltiples colores; a un lugar fantástico e increíble;  ahora Carmen lo podía ver como siempre, sentado en su silla de ruedas, como en su casa de Los Ángeles, California; pero sólo que él  ya no estaba en este mundo, ahora moraba en un cosmos fantástico de colores infinitos; ni él que poseía una mente maravillosa, se había podido imaginar el mundo en el que ahora vivía; agarraba las luces de colores de los cielos, y las mezclaba con las manos, produciendo matices extraordinarios; Carmen podía percibir el entusiasmo del físico, y ella misma se solazaba de contemplar los estupendos colores; eran colores nunca vistos por ojos humanos; eran como gemas y topacios; era un espacio portentoso este mundo; ahí se sentía una felicidad majestuosa, sin tiempo; había paz y tranquilidad; era  la contemplación de lo bello; Stephen  Hawking se veía feliz y entusiasta; pero a Carmen algo le faltaba; sentía una preocupación; se acordaba de Jashive, la pequeña niña de 10 años, hija de su amiga Lourdes; la niña había muerto un año atrás atropellada por un auto; Carmen estaba en Estados Unidos cuando sucedió el accidente; y cuando volvió a Culiacán, no fue a darle el pésame a Lourdes, la mamá de Jashive; Jashive y su familia vivían en Villa Juárez, un pueblo muy pobre, pero donde la gente es muy buena y amable; Carmen siempre que iba a visitar a Lourdes se sentía muy bien recibida, y Jashive siempre le cortaba frutos de todos los árboles de su casa para que se los llevara a su esposo a Culiacán;  aunque el accidente ocurrió cuando Carmen estaba en los Estados Unidos, sí se enteró; pero cuando regresó a Culiacán por unos meses, no fue a animar y a darle el pésame a la mamá de Jashive, aunque quería hacerlo; entonces ahí, en el nuevo cosmos en que ahora habitaba, le brotó un sentimiento de tristeza, y de pronto se apareció en la puerta de la casa de Villa Juárez; tocó, y cuando la vio Lourdes, la abrazó con enorme gusto; le sirvió café y un desayuno de tamales de puerco; Carmen tenía el rostro lleno de vida y se veía muy feliz; pues había regresado a darle el pésame a su amiga;  su amiga le dijo que se le veía un brillo muy especial en su tez; Carmen no le contestó nada, pero sabía que era porque había estado en el mundo de maravillosos colores; y al lado del magnífico científico Stephen Hawking, quien siempre la había querido mucho; Carmen le dio el pésame y después de platicar un rato, se sentó en la puerta a ver el patio lleno de árboles frutales de   la casa de Villa Juárez; todo esto mientras Lourdes lavaba las tazas y los platos del desayuno; en eso estaba, cuando de pronto se apareció junto al árbol de aguacates, Jashive; estaba vestida con un short azul y un blusa amarilla; Carmen la contempló maravillada y Jashive le hizo un seña de adiós con la mano; Carmen le contestó de manera idéntica, y Jashive desapareció de forma fantasmal; cuando terminó de lavar los trastes Lourdes, y fue para donde estaba Carmen, ésta le contó lo que había visto; y Lourdes le creyó, porque Carmen le describió los colores de la ropa que llevaba puesta la niña; Carmen no podía saber qué  llevaba puesto Jashive cuando le ocurrió el accidente; así que Lourdes le creyó a su amiga; Carmen se despidió tranquila y en paz de esa familia; después, como transportada en el tiempo,  llegó a la orilla del Bravo y encontró a su esposo sentado en  la arena; él no la podía ver, pero sintió su presencia; se alegró de que Carmen viniera a despedirse de él, pues ya sabía que había muerto en el río; con un resplandor y colores de arcoíris que dejó como estela, Carmen regresó al lado de su antiguo jefe, Stephen Hawking; al universo de fantásticos colores nunca vistos por otros seres humanos.

Cuento escrito por Claudia Isabel Quiñónez

Culiacán, Sinaloa

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