viernes, 30 de marzo de 2012
viernes, 16 de marzo de 2012
UN TEXTO AHORA CORREGIDO (MARZO 2012)
CALAMARA
Del abismo del cosmos el astro dejó caer a la Tierra un enorme calamar oriundo de Calamara; de aquella galaxia donde las vacas excretan un oro verde. El monstruo había sido arrastrado por un gigantesco cuerpo celeste constituido por rocas y bloques de hielo. Como una luz blanca había sido visto el meteoro que pasó cercano a nuestro planeta. Las cámaras de televisión de las grandes cadenas de noticias del mundo habían mostrado a sus anchas el traslado del cometa. Pero jamás se supo que en el vientre de las rocas venían los restos de un monstruo de un océano de una galaxia lejana.
Del abismo del cosmos el astro dejó caer a la Tierra un enorme calamar oriundo de Calamara; de aquella galaxia donde las vacas excretan un oro verde. El monstruo había sido arrastrado por un gigantesco cuerpo celeste constituido por rocas y bloques de hielo. Como una luz blanca había sido visto el meteoro que pasó cercano a nuestro planeta. Las cámaras de televisión de las grandes cadenas de noticias del mundo habían mostrado a sus anchas el traslado del cometa. Pero jamás se supo que en el vientre de las rocas venían los restos de un monstruo de un océano de una galaxia lejana.
Los callos de hacha de la costa filtraron el plancton extraterrestre en que se convirtió el monstruo llegado de Calamara. Este había caído en una bahía del Océano Pacífico. Precisamente en el puerto de Teacapán en el Estado de Sinaloa. El cuerpo del animal se estrelló contra el fondo del mar, y se tornó en un enorme pasto de comida para los moluscos. Rozagantes y exuberantes bivalvos circulan ahora por el mencionado espacio marino. Una nata de otro mundo, nutritiva para las almejas, ha dado origen a un fenomenal banco de callos. Con más de 50 kilómetros de longitud, el banco ya ha sido descubierto y ocupado por los pescadores. Los callos suelen tener un alto valor en el mercado. Pesados camiones cargados de callos parten ahora a Culiacán, la capital del Estado, para llevarlos a su venta.
Los hábiles pies del pescador se sumergen, o flotan en el agua. La técnica de recolección de callos es rudimentaria y peligrosa: se siega la cosecha de moluscos con las manos y con bolsas; dentro de aguas bastante profundas. Aquí los lugareños son humildes y carecen de equipos especializados; sin embargo, hay callos para todos. La comunidad de pescadores de Teacapán está muy alegre. Pero ante el crecimiento de la oferta del molusco pronto se deprecia el valor del callo. Aún así hay algarabía entre los habitantes de la comarca. En la ciudad de Culiacán los residentes pobres se preparan para disfrutar un enorme banquete: Hoy el callo cuesta ocho veces menos. En las carretas de vendimia y en los comedores de las casas durante un día entero se consume el marisco. El negocio de venta de bebidas alcohólicas también hace su agosto; el platillo de callos se acompaña con botellas de cerveza Pacífico. En las mesas de la ciudad a nadie le falta la comida. Todas los culichis cantan, bailan y devoran. La música de los estéreos con discos de la tambora retumba en las casas citadinas; el marisco es degustado con alegría.
Para la tarde noche la mayoría de los habitantes de Culiacán están vomitando; han comido demasiado. Empiezan a caer como moscas gordas y torpes en las camas y en los pisos de sus hogares. Sólo que también les brota sangre de las fosas nasales: Los callos que se habían comido estaban infectados de un virus extraterrestre. El virus se había transmitido solamente a las almejas de la zona sur del banco de callos. Precisamente a los bivalvos que habían sido enviados a Culiacán la madrugada del 30 de mayo. Las calles de la ciudad ahora están llenas de ambulancias; los hospitales atiborrados de personas enfermas. Hacia la medianoche no hay casi ningún ser humano vivo en la capital del Estado.
La aciaga noticia corre por el orbe. Los rotativos más importantes del mundo dan cuenta del suceso. En una página del Le Monde, escribe un reportero:
“En la costa del Océano Pacífico mexicano, en el puerto de Teacapán, Sinaloa, se descubrió un enorme banco de callos. Ante el crecimiento de la oferta decayó el valor del molusco. Viendo la oportunidad de consumo barato los habitantes de Culiacán atiborraron los mercados para comprar el marisco. Un día entero devoraron grandes cantidades de callo. El banquete fue estruendoso; con música y hasta hartarse. Pero para la medianoche del 30 de mayo casi todos los lugareños habían muerto por la ingesta del molusco; se sospecha que estaba infectado…”
Pero la cabeza de nota, la más espectacular de todos los periódicos que informaron sobre el acontecimiento, fue la siguiente:
“EN LA CIUDAD DE CULIACÁN, A TODOS LES DIERON CALLO”
Claudia Isabel Quiñónez
16 de Marzo del 2012
Culiacán, Sinaloa
“En la costa del Océano Pacífico mexicano, en el puerto de Teacapán, Sinaloa, se descubrió un enorme banco de callos. Ante el crecimiento de la oferta decayó el valor del molusco. Viendo la oportunidad de consumo barato los habitantes de Culiacán atiborraron los mercados para comprar el marisco. Un día entero devoraron grandes cantidades de callo. El banquete fue estruendoso; con música y hasta hartarse. Pero para la medianoche del 30 de mayo casi todos los lugareños habían muerto por la ingesta del molusco; se sospecha que estaba infectado…”
Pero la cabeza de nota, la más espectacular de todos los periódicos que informaron sobre el acontecimiento, fue la siguiente:
“EN LA CIUDAD DE CULIACÁN, A TODOS LES DIERON CALLO”
Claudia Isabel Quiñónez
16 de Marzo del 2012
Culiacán, Sinaloa
jueves, 15 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Un poema de la poeta española YAIZA MARTÍNEZ. Del libro, "Siete - Los perros del cielo" (2010)
A Carmen, a Jorge. Al otro lado
del prisma, el molde
de saber dar
Digamos que por el hijo cae la sal sobre las páginas
de un libro primigenio
y sólo por él la luna, el sol la tierra (soy mencionada,
como un intenso atributo)
sólo por él no corto los hilos -de la figura,
y aún tejo las redes
antes del mar
- en la sangre quedaron bien peinados
como ristras, sus movimientos
entonces entonaba la geometría
- el secreto de la colocación
de tus cabellos (balaba la escritura,
del mar vengo, para la tierra he sido
un atributo intenso)
Aquí y ahora no deben ser permutados, justo el tiempo de la lactancia
(susurra de boca del secreto
en la gruta que daba al agua)
Sólo por él, el tiempo la obra
sobre el tambor del vientre
habrán de clavarme
o concedido el amor para entregar la sal,
aún viva
cae
desde mis manos calientes
Del libro, "Siete, los perros del cielo".
Poeta y narradora, Yaiza Martínez es Licenciada en Filología Hispánica (UCM). Libros de poesía: Rumia Lilith (2001), El hogar de los animales Ada (Editorial Devenir, 2007) y Agua (Ediciones Idea, 2008). Es también autora de la novela Las mujeres solubles (Lulu.com, 2008). Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones como El signo del gorrión, Vera, Los noveles o ABC Cultural. Ha traducido El Señor de Ballantrae de R. L. Stevenson (2005) para la editorial Marenostrum. Ha ejercido la crítica literaria en la revista Reseña. En la actualidad es traductora y redactora-jefe de la revista de Ciencia y Humanidades Tendencias 21
del prisma, el molde
de saber dar
Digamos que por el hijo cae la sal sobre las páginas
de un libro primigenio
y sólo por él la luna, el sol la tierra (soy mencionada,
como un intenso atributo)
sólo por él no corto los hilos -de la figura,
y aún tejo las redes
antes del mar
- en la sangre quedaron bien peinados
como ristras, sus movimientos
entonces entonaba la geometría
- el secreto de la colocación
de tus cabellos (balaba la escritura,
del mar vengo, para la tierra he sido
un atributo intenso)
Aquí y ahora no deben ser permutados, justo el tiempo de la lactancia
(susurra de boca del secreto
en la gruta que daba al agua)
Sólo por él, el tiempo la obra
sobre el tambor del vientre
habrán de clavarme
o concedido el amor para entregar la sal,
aún viva
cae
desde mis manos calientes
Del libro, "Siete, los perros del cielo".
Poeta y narradora, Yaiza Martínez es Licenciada en Filología Hispánica (UCM). Libros de poesía: Rumia Lilith (2001), El hogar de los animales Ada (Editorial Devenir, 2007) y Agua (Ediciones Idea, 2008). Es también autora de la novela Las mujeres solubles (Lulu.com, 2008). Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones como El signo del gorrión, Vera, Los noveles o ABC Cultural. Ha traducido El Señor de Ballantrae de R. L. Stevenson (2005) para la editorial Marenostrum. Ha ejercido la crítica literaria en la revista Reseña. En la actualidad es traductora y redactora-jefe de la revista de Ciencia y Humanidades Tendencias 21
domingo, 11 de marzo de 2012
domingo, 4 de marzo de 2012
CON MI FAMILIA EN EL RANCHO LA PRESITA
jueves, 1 de marzo de 2012
ODA A LAS SOPITAS CON HUEVO. ODA A LAS SOPITAS CON NATA. ODA A LAS SOPITAS CON TOMATE
ODA A LAS SOPITAS CON HUEVO
A mi hermano Juanje
A mi primo Jaime
Y a mi prima Mami
No hay placer más compartido por un perro y un sinaloense, que el gusto por las deliciosas: ¡Sopitas con huevo! El perro las lame y las engulle; el sinaloense las mastica con sabrosura. Para comerlas, una buena lengua. O un duro tenedor. Mi madre corta los pedacitos de las tortillas con sus manos; pero las clases sociales altas y perfectas de hoy, los cortan con cuchillos. Da igual, porque ricos y pobres sinaloenses, comemos: ¡Sopitas con huevo!
Ya van los cuadros o pedacitos a freírse en el aceite. ¡Mmm, qué rico huele! ¡Mmm, ya están medio fritas las tortillitas! Mi madre ya ha batido el huevo y le ha echado sal. ¡Ah, ya se lo vierte! Al cabo de unos minutos, están listas, guisadas y freídas, las ricas y tiernas: ¡Sopitas con huevo!
ODA A LAS SOPITAS CON NATA
Para la Chío mi hermana
“¡Lechee!”, gritaba el lechero cuando llegaba en su vieja carreta de madera, tirada por dos mulitas. Mi mamá salía con un botecito a comprarle dos litros de leche. “¡Ya llegó la leche!”, exclamábamos también nosotros, entusiasmados y listos para emprender la guerra por la nata de la leche. - Con “nosotros”, me refiero a mis hermanos y a mí. Después de que hervía la leche, mi mamá dejaba que se enfriara dentro del bote, y sobre la repisa de la cocina. No pasaban una hora, cuando se acercaba alguno de nosotros. Sin embargo: “Los últimos siempre serán los primeros”, reza el dicho; pues yo, la socoyotita de la casa, siempre era pronta y primera para apoderarme de las natas. Mi mamá luego me preparaba unas sopitas para el desayuno. Primero partía las tortillas en pedacitos; casi al mismo tiempo que ponía a calentar una cazuela en una de las hornillas de nuestra estufa. Posteriormente echaba los pedacitos de tortillas en la cazuela. Tres minutos más, y vertía la nata de la leche. Al instante, la sazonadora sal. “Una poquita de sal”, decía mi madre. Luego, a revolverlo todo; y en unos segundos: ¡Listo!
“¡Mmm, qué cremositas están las sopitas con nata, mamá!" “¡Mmm, qué rica sabe la combinación de la sal, la tortilla y la nata, mámá!” ¡Mmm, mamita, esta vaquita sí que se comió una buena alfalfa!”
´
ODA A LAS SOPITAS CON TOMATE
A Mare
A Juanito
A Olga María
Y a Betty Gámez
Sobre la mesa larga nos han servido los platos repletos de sopitas con cebolla, chile y tomate. A un lado, tazas con café Marino. El jugo de los pedacitos de tomate ha bañado los fragmentos de tortillas que se calentaban en el aceite de la cazuela; ahí, sobre el fuego de la hornilla de nuestra estufa.
Acá en el rancho todos comemos pobremente. Al final, nuestras madres vierten al guisado: “Un poquito de sal” También hay que revolver sin hacer un batidillo.
Después de un rato, todos los comensales sentimos que en el gusto del paladar, la balanza de la justicia de Dios se ha inclinado hacia nosotros, los de la clase desposeída.
A eso se debe que muchas veces los dueños del capital, oculten sus quesos gourmet, o sus vinos importados, dentro de los refrigeradores y dentro de las alacenas; y entonces se preparen: ¡Sopitas con tomate!; imitando con ello a la clase desposeída.
Porque Dios bañó al pobre, con ríos invaluables de capital de buen gusto; irradiando su resplandor de gourmet, en nuestra inmejorable actividad de mojar las tortillas en los jugos de un tomate.
CLAUDIA ISABEL QUIÑÓNEZ
Culiacán, Sinaloa
Año 2012
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